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David Alandete es un periodista español autor del libro 'Noticias Falsas: La Nueva Arma de Destrucción Masiva'[1] (Ediciones Deusto).
El pasado 6 de noviembre visitó España el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov. Al término de la reunión con su homólogo español, Josep Borrell, este último anunció en una rueda de prensa que había aceptado crear un grupo de ciberseguridad para combatir de forma conjunta el problema de la desinformación, que tantos problemas ha causado en elecciones recientes a ambos lados del Atlántico.
Por su parte, Lavrov se felicitó por el acuerdo, fruto de una iniciativa rusa, dijo, para "crear mecanismos especiales en materia de seguridad en internet" y evitar que se "estropeen más las relaciones" de Rusia con la Unión Europea y Estados Unidos.
En otras palabras, las gallinas le dieron permiso a la zorra para que cuide de ellas.
Borrell no es ningún novato en política europea, algo que hace todavía más bochornoso ese anuncio de acuerdo del que no se ha firmado nada y que seguramente quede en otra operación de relaciones públicas del Kremlin. De hecho, la cartera de Borrell es la de ministro de Exteriores, Cooperación y... ¡Unión Europea! Fue además presidente del Europarlamento entre 2004 y 2007. Inexperto en las amenazas que hoy sufre Europa no es.
Sabe el señor Borrell, como sabe el actual Gobierno español, nacido de una moción de censura apoyada por los partidos independentistas catalanes en junio, que estos son titulares publicados por los medios públicos rusos durante la crisis del referéndum de independencia catalán en octubre de 2017:
• "¿Por qué la OTAN no bombardea Madrid durante 78 días?"
• "Tanques en las calles de Barcelona": España y Cataluña al borde de un desenlace violento
• "Una Cataluña independiente reconocerá que Crimea es rusa"
Son sólo tres ejemplos cualesquiera extraídos de una gran maquinaria de desinformación que arrasa el periodismo allá por donde pasa, sea en Ucrania, Siria o EE.UU. El Gobierno del señor Lavrov invierte cada año más de 400 millones de euros en Rossia Segodnia, la matriz que agrupa a RT y Sputnik para, según sus directivos, ofrecerle al mundo una versión alternativa de la realidad, en consonancia siempre con los intereses del Kremlin.
No ha habido conflicto o tragedia ajena a esa reinterpretación de la realidad que tan a gala llevan los medios de propaganda rusos. ¿El envenenamiento del espía Sergei Skripal en Reino Unido? No hay pruebas, los sospechosos, dos agentes rusos, estaban allí de vacaciones y tal vez eran pareja, quién sabe. ¿Los ataques químicos del régimen de Bachar el Asad en Siria? Son un teatro, inventado por medios europeos como la BBC. ¿La caída del vuelo MH17 sobre Ucrania en julio de 2014? Con toda probabilidad fue abatido por el propio ejército ucraniano para tratar de incriminar a Rusia.
Sin sonrojo, la directora editorial de RT y Sputnik, Margarita Simonián, dijo en una tribuna publicada en 2016[2]: "Parece que RT, a quien se acusa frecuentemente de tratar de crear una realidad alternativa, es una de las pocas empresas de medios que informa de la realidad". Basten los ejemplos antes mencionados.
La propia Simonián ha descrito a RT como el equivalente informativo de un ministerio de Defensa, un arma de guerra. "¡Es imposible empezar a construir las armas cuando ya ha empezado la guerra!", ha proclamado.
Por lo tanto, RT, Sputnik y Rusia están preparados... ¿para qué conflicto exactamente?
En realidad, para todos. Los que existen y los que no. Los reales y los que a Vladímir Putin le convienen para dejar en evidencia la debilidad del contrario. Ya lo contó con gran acierto Anna Politkovskaya en los diarios que dejó inconclusos antes de morir asesinada en 2006. Putin se proyecta más fuerte cuanto más débiles son los demás. Y en eso tiene la ayuda de toda una corte de ministros, legisladores y periodistas. "Lo único que importa hoy en Rusia es la lealtad a Putin. La devoción personal te brinda una bula, amnistía por anticipado, por todos los éxitos y los fracasos de la vida"[3], escribió Politkovskaya.
La prueba de que RT no hace periodismo está en la ciega adulación a Putin, la fascinación que exuda cada una de sus notas, como una de mis favoritas, por lo que revela, titulada: "Putin felicita a los rusos en su día y asegura que todo estará bien"[4].
Como me dijo en una entrevista el ex director de la BBC James Harding[5]:
"No tienen garantías de independencia y no tienen un comportamiento independiente. Una buena manera de comprobarlo es la frecuencia con la que critican, con argumentos legítimos, a su propio Gobierno, y lo dispuestos que están a hacerlo. Es una buena manera de comprobar la independencia de cualquier medio de comunicación".
Tras mis investigaciones sobre las injerencias de los medios rusos en Cataluña sus periodistas salieron raudos en su propia defensa, la de sus cabeceras y la de su Gobierno. Me preguntaban: ¿Qué se le puede haber perdido a Rusia en Cataluña? ¿Por qué es desinformar presentar hechos alternativos, opiniones diferentes, fuentes minoritarias? Incluso publicaron un texto —sin firmar— que es parte tribuna de opinión, parte editorial y parte ataque furioso en el que RT, tal vez inintencionadamente, revelaba toda su línea editorial[6]:
"Rusia, cuya influencia se ridiculizaba hasta hace bien poco haciendo referencia a su exiguo PIB (equivalente al de Italia, siendo un país mucho más grande), vuelve a ser hoy, como lo fue durante la Guerra Fría, el culpable de todos los males de un Occidente sin aparentes respuestas ante esta "terrible" amenaza. De un Occidente que ha visto cómo su clase política y sus medios de comunicación, paso a paso, día a día, han ido perdiendo la credibilidad del ciudadano por sus propios errores cometidos de forma sistemática, grosera y, como vemos hoy mismo, intencionada. Unos medios que parecen considerar absolutamente estúpida a su propia audiencia: tan estúpida como para dejarse influir por 'las burdas mentiras del Kremlin'"[7].
Si a Rusia no se le ha perdido nada en Cataluña, ¿por qué entonces Putin dedicó a ella una gran parte de su discurso el 19 de octubre en el Foro Valdai, un foro de Davos eslavo de gran relevancia internacional? Esto es lo que dijo:
"La situación en España muestra claramente qué frágil puede ser la estabilidad incluso en un estado próspero y estable. ¿Quién podía esperar, incluso recientemente, que el debate sobre la situación en Cataluña, que viene de largo, provocaría una grave crisis política?... En el caso de Cataluña, vimos cómo la Unión Europea y varios otros estados condenaron por unanimidad a los partidarios de la independencia. En este sentido, no puedo dejar de advertir que se debió haber pensado esto antes. ¿Nadie era consciente de estos desacuerdos milenarios en Europa? Por supuesto, que eran conscientes. Sin embargo, en un momento dado, acogieron con satisfacción la desintegración de varios estados de Europa sin ocultar su alegría. ¿Por qué fueron tan irreflexivos, motivados por consideraciones políticas fugaces y por su deseo de complacer a su hermano mayor en Washington, al brindar su apoyo incondicional a la secesión de Kosovo, provocando así procesos similares en otras regiones de Europa y el mundo? Cuando Crimea también declaró su independencia, y luego, después del referéndum, su decisión de convertirse en parte de Rusia, esto no fue bien recibido. Ahora tenemos el caso Cataluña. Hay un problema similar en otra región, Kurdistán. Quizás esta lista dista mucho de ser exhaustiva. Pero tenemos que preguntarnos, ¿qué vamos a hacer? ¿Qué debemos pensar al respecto?".
Ese paralelismo entre los nacionalismos europeos y las heridas infligidas a Rusia por la independencia de Kosovo —reconocida por 23 naciones de la Unión— y las sanciones por la anexión de Crimea son una constante en la cobertura de RT, Sputnik y otros medios en su órbita.
Lo que dice el Kremlin, lo repiten estos medios, a través de crónicas, tribunas y entrevistas. Esa es la verdadera naturaleza de la desinformación: no importan las firmas, las datas, los géneros, las fuentes o las citas, porque todo obedece a un plan, el de presentar una versión alternativa de la realidad en consonancia con los intereses del Kremlin.
Hay muchas pruebas de esa manipulación de los géneros periodísticos, pero me voy a centrar para demostrarlo en una fuente. Se trata de William Mallinson, a quien RT cita abundantemente y a quien los medios rusos suelen presentar como "ex diplomático británico". Estos son sólo algunos de los titulares que le ofrece a RT:
• "EE.UU. hará todo lo posible para causar problemas entre Rusia y China"
• "¿Por qué la OTAN no bombardea Madrid durante 78 días?"
• Exdiplomático británico: "EE.UU. refleja en el conflicto sirio su doble diplomacia"
• "El payaso de Johnson sólo alimenta la histeria anti rusa"
• "Hipocresía alemana: hace no mucho, Angela Merkel dijo que el multiculturalismo había fracasado"
Es sin embargo engañoso llamar a Mallinson ex diplomático. Es cierto que así se define él en el perfil oficial de la universidad que le emplea, la Guglielmo Marconi, con sede en Roma y que se especializa en cursos online. Añade además que tiene "excelentes lazos con la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú", la mayor y más veterana institución de estudios superiores de Rusia.
En su haber Mallinson tiene varios artículos sobre Chipre, que parece ser su zona de experiencia, como "Reino Unido y Chipre, temas centrales y documentos desde la II Guerra Mundial". Y en su hoja de servicios diplomáticos figura sólo el trabajo de "funcionario, tercer secretario (cancillería) y segundo secretario en funciones (información) en Londres y las embajadas en Nairobi y La Haya".
Definir a un breve empleado de dos embajadas de segunda fila como un diplomático retirado es una osadía, pues no fue embajador o cónsul en ningún lugar. Y destacar sus opiniones en titulares tan impactantes es simple y llanamente un ejercicio de confusión destinado a que en redes sociales circule la noción de que Europa está en ruinas.
Lo único que convierte a Mallinson en una fuente válida para RT es que absolutamente siempre expresa ideas afines a lo que se opina en Moscú.
¿Dicta el Kremlin esos titulares? ¿Selecciona las fuentes? ¿Elige los temas? Por supuesto que no. Ni siquiera debe hacerlo. De nuevo, Politkovskaya:
La autocensura es ahora el negocio de tratar de adivinar lo que hay que decir y lo que no para permanecer en la cima. El propósito de la autocensura es mantener un salario grande, muy grande. La elección no es entre tener un trabajo o estar desempleado, sino entre ganar una fortuna o una miseria. Cualquier periodista tiene la opción de pasar a las publicaciones de Internet, que son más o menos libres de decir lo que quieran, mientras aún hay un par de periódicos que disfrutan también de una relativa libertad. Sin embargo, donde hay libertad, hay salarios bajos, pagados irregularmente. Es el gran momento de los medios de comunicación que juegan con el Kremlin".[8]".
Esa es la parte central de la desinformación rusa, la creación de una galaxia paralela, donde la actualidad la dictan los intereses del poder, y no el escrutinio de sus abusos. Todo es posible en los medios de la Rusia de Putin.
Veamos cuál es el estado de la Unión Europea a través de los titulares de RT y Sputnik.
• La "peligrosa" medida de la UE para castigar a Hungría "revela su control autoritario".
• El viceprimer ministro italiano predice un "terremoto político" para la Unión Europea
• Soros y sus "226 amigos de la UE", en el punto de mira de Farage: ¿quiénes son?
• Nigel Farage pide a la UE que investigue la financiación y la colusión de George Soros
El patrón de cara a las elecciones europeas de mayo de 2019 está claro. Los protagonistas de esas informaciones son los líderes de los partidos populistas que se han marcado como objetivo acabar desde dentro con la Unión, a la que se caracteriza siempre como una institución decadente, ineficiente y corrupta. Suyas son las opiniones que se destacan, muchas veces disfrazadas de hechos. El Gobierno de Víktor Orbán en Hungría es siempre una víctima. Nigel Farage es un ídolo. Matteo Salvini es un estadista que puede salvar a Europa de sí misma.
¿No ha firmado acaso el partido de Putin, Rusia Unida, acuerdos con La Liga en Italia y el Frente Nacional en Francia? ¿No comparten ambos ideología y propuestas? Tiene sentido, entonces, que la maquinaria propagandística del Kremlin se ponga a su servicio.
Así, la desinformación se extiende como un cáncer sobre la libertad de expresión y de información. Combatir a una puede dejar herida de muerte a la otra.
El problema es, en realidad, que las leyes de la oferta y la demanda han dado una nueva forma al mercado informativo.
Los lectores de información ya no compran diarios de papel, no escuchan la radio ni ven la televisión como hacían hace apenas 10 años. Ahora todo cabe en sus teléfonos y sus ordenadores. Es infinitamente más cómodo informarse leyendo titulares en Twitter, Facebook y Google. Estos ofrecen contenido seleccionado por unos algoritmos, que se pueden manipular. Y cualquier medio de comunicación, serio o no, legítimo o capcioso, factual u opinativo, compite en igualdad de condiciones.
¿Cómo se manipula un algoritmo? Hay muchas vías, más o menos sofisticadas, dependiendo del presupuesto. Son abundantes los estudios sobre el uso de 'bots', cuentas automatizadas que comparten de forma masiva contenido con el objetivo de convertirlo en 'viral'. ¿Si decenas de miles de perfiles en Facebook o Twitter difunden un mensaje de RT como ¿Vuelven los tiempos de Napoleón? Europa debe convertirse en un 'Imperio', dijo el ministro francés[9], es muy probable que este acabe llegando a muchos más lectores. Esos algoritmos premian al fin y al cabo la popularidad. Lo más compartido aparece ante más usuarios.
La explicación real para la difusión de la desinformación, sin embargo, es mucho más sencilla: la conducta humana la prefiere. Un estudio de importancia capital del Massachusetts Institute of Technology llegó recientemente a la conclusión de que "las noticias políticas falsas viajaron más profunda y ampliamente, llegaron a más gente y fueron más virales que cualquier otra categoría de información falsa. Las noticias políticas falsas también se difundieron con mayor rapidez, y llegaron a más de 20.000 personas casi tres veces más rápido que todos los demás tipos de noticias falsas, que llegaron a 10.000 personas". Según sus autores[10]:
¿Qué podría explicar estos resultados tan sorprendentes? Una explicación vendría de la teoría de la información y de la teoría de la decisión bayesiana: La gente se alimenta con la novedad. Como otros han señalado, la novedad atrae la atención humana, contribuye a la toma de decisiones productivas y fomenta el intercambio de información. En esencia, puede actualizar nuestra comprensión del mundo. Cuando la información es novedosa, no sólo es sorprendente, sino también más valiosa, tanto desde el punto de vista de la teoría de la información (proporciona la mayor ayuda para la toma de decisiones) como desde el punto de vista social (transmite la condición social de que uno está "al tanto" o tiene acceso a información "interna" única...).
Los periodistas no sólo somos trabajadores de empresas privadas o públicas. Administramos, como colectivo, un derecho que no nos pertenece: el de una sociedad a estar bien informada, para obligar al poder político y empresarial a rendir cuentas. El problema es que la revolución tecnológica ha permitido que se disfracen de periodistas quienes son soldados en una guerra digital, propagandistas que no sirven el interés general sino el de unos pocos, algunos de ellos enemigos de la democracia.
El Grupo de Expertos que la comisaria europea de Economía y Sociedad Digital, Mariya Gabriel, formó el año pasado para que la asesorara sobre desinformación recomendó en enero que se deje de lado cualquier nueva ley que intente poner límites a la desinformación, porque en su opinión[11]:
El objetivo final debería ser la creación de un mercado abierto para el control de los hechos que evite un "monopolio de la verdad" que podría ser potencialmente abusado en algunos países y no tener la aprobación pública en otros. Esta cooperación podría fomentarse mediante un esfuerzo conjunto de los sectores público y privado, por ejemplo, en forma de una asociación entre el sector público y privado. La entidad que gestione dicha red debe contar con un consejo de administración compuesto por expertos y funcionar de forma autónoma e independiente, sin interferencias de los poderes públicos.
El problema de esa propuesta es que la comprobación de hechos, el 'fact-checking', se produce, necesariamente, después de que una noticia falsa se haya publicado. Es una tirita aplicada a un cáncer. ¿Qué importa que un servicio digital diga que una afirmación de Sputnik como que "Una Cataluña independiente reconocerá que Crimea es Rusa" es falsa? Ya está publicada. Ya ha llegado a miles de personas. Ya se ha compartido en Twitter. Incluso su titular ha sido cambiado sin admitir errores.
En realidad, el temor de la Comisión y de Gabriel a adentrarse en el pantanoso terreno de la legislación sobre libertad de información es legítimo. Pero no justifica la inacción en otros campos. No se necesitan leyes. Hay otros remedios.
Primero, la Comisión y el Europarlamento pueden designar, como ha hecho EE.UU., a medios públicos rusos como agentes de propaganda. No se trata de prohibirles nada, sino de exigirles que respeten las normas más básicas del periodismo: que distingan información y opinión, que incluyan fé de errores, que doten a sus informaciones de firmas claras. Si mienten, las autoridades pueden hacer como Emanuel Macron en Francia: tomar le medida excepcional de negarles credenciales, porque estas están reservadas a profesionales de la información, no propagandistas.
Segundo, como ha hecho Reino Unido, se debe dotar a las instituciones de servicios de comunicaciones estratégicas que detecten ataques de desinformación y tomen medidas contra ellos. Las acciones del Ejecutivo de Theresa May durante la crisis por el fallido envenenamiento del espía Sergei Skripal en Salisbury son un ejemplo modélico. Las instituciones británicas ofrecieron información fiable a los medios de comunicación, fueron completamente transparentes y no les tembló el pulso ante las habituales amenazas rusas.
El resultado es que la verdad prevaleció y RT se vio obligada a publicar una bochornosa entrevista[12] de su directora con los dos sospechosos.
Tras los estragos que la desinformación hizo durante la campaña del referéndum del Brexit, May creó una unidad especializada, con su propio presupuesto, y advirtió a Rusia: "Sabemos lo que estáis haciendo, no lo vais a conseguir".
En contraste, las instituciones europeas están tristemente desamparadas. Casi todo lo que sabemos de desinformación rusa se lo debemos a la memorable labor del East StratCom Task Force de la Unión, una unidad de lucha contra las noticias falsas cuyos logros se agrandan todavía más si tenemos en cuenta sus limitadísimos recursos: apenas un millón de euros concedido por el Europarlamento. Seguramente, se puede hacer mucho más.
Y finalmente está la parte que considero más importante: la protección de los periodistas. Toda iniciativa en esta dirección es poca. Cualquier medio o periodista que informa sobre injerencias rusas en procesos democráticos queda expuesto a una formidable campaña de desprestigio sin tregua.
De este asunto puedo hablar en primera persona porque tras publicar mis investigaciones sobre Cataluña, recogidas luego por el Parlamento Británico y la Asamblea General de la OTAN, se me acusó de ser un agente secreto, de trabajar para la CIA, de estar a sueldo de George Soros. El fundador de Wikileaks, Julian Assange, me llamó propagandista y demente y llegó a pedir mi despido del diario para el que trabajé hasta junio. Tal es la reacción autoritaria que provoca en él cualquier investigación sobre sus lazos —más que patentes— con Rusia.
Finalmente, la Asociación de la Prensa de Madrid, el mayor colegio de periodistas de España, me amparó por estos ataques, que tachó de "vulneración del derecho a la libertad de prensa e intento de privar a los ciudadanos de informaciones de interés general".
Esa es la parte central del problema. Los enemigos de la democracia saben que los periodistas no somos simples empleados de una empresa u otra. Como dije antes, administramos un derecho colectivo, seamos conscientes de ello o no. Tenemos una obligación moral, y también un privilegio. Con nuestras credenciales, podemos acceder a parlamentos, discursos, juzgados e incluso frentes de guerra.
Pero necesitamos protección ante las cada vez mayores injerencias sobre nuestro trabajo y ante los ataques destinados a debilitar las instituciones a través de nuestro desprestigio. La pregunta que queda sin respuesta es qué está dispuesta a hacer la Unión Europea para defendernos.
[1] https://www.amazon.es/Fake-news-destrucción-alternativos-desestabilizar/dp/8423430197/ref=sr_1_1?s=books&ie=UTF8&qid=1545061173&sr=1-1&keywords=alandete
[2] https://thehill.com/blogs/congress-blog/foreign-policy/304151-us-medias-false-narrative-of-russian-election-influence
[3] Politkovskaya, Anna. A Russian Diary: A Journalist's Final Account of Life, Corruption, and Death in Putin's Russia (Kindle Locations 1264-1265). Random House Publishing Group. Kindle Edition.
[4] https://actualidad.rt.com/actualidad/275383-putin-felicitar-dia-rusia
[5] https://elpais.com/internacional/2018/02/09/actualidad/1518198695_212485.html
[6] https://actualidad.rt.com/actualidad/250999-pais-referendum-cataluna-maquina-injerencias
[7] https://actualidad.rt.com/actualidad/250999-pais-referendum-cataluna-maquina-injerencias
[8] Politkovskaya, Anna. A Russian Diary: A Journalist's Final Account of Life, Corruption, and Death in Putin's Russia (Kindle Locations 3278-3282). Random House Publishing Group. Kindle Edition.
[9] Bruno le Maire, Handelsblatt
[10] The spread of true and false news online Soroush Vosoughi1, Deb Roy1, Sinan Aral2,* Science 09 Mar 2018: Vol. 359, Issue 6380, pp. 1146-1151 https://ec.europa.eu/digital-single-market/en/news/final-report-high-level-expert-group-fake-news-and-online-disinformation
[11] https://ec.europa.eu/digital-single-market/en/news/final-report-high-level-expert-group-fake-news-and-online-disinformation
[12] https://www.rt.com/news/438350-petrov-boshirov-interview-simonyan/
Publishing Director : Pascale Joannin
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The EU and Globalisation
Benoît Coeuré
—
3 de abril de 2018

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